Lejos del esplendor que conoció el tren en la época comunista, cuando era el único medio del transporte para la mayoría de los albaneses, privados de automóviles particulares, este medio público de transporte se halla hoy de Albania ante el colapso. Albania es el único país europeo sin conexión internacional de su red de ferrocarriles y el número de pasajeros transportados bajó en 2010 a 430.000, frente a los 12 millones de finales de la dictadura comunista de Enver Hoxha, en 1990.
Viajar en tren en Albania es una verdadera aventura que puede costar fácilmente un disgusto a los escasos viajeros necesitados, estudiantes, pensionistas y campesinos sin recursos económicos, que utilizan este servicio en declive en estos 20 años de democracia. Los 3,2 millones de albaneses disponen de tan solo 40 vagones oxidados, en su mayoría fabricados en Italia o Alemania en los años sesenta y que llevan irónicamente la inscripción en albanés "Hacia el futuro". Son arrastrados por nueve locomotoras checoslovacas con una antigüedad de veinte a treinta años.
Muchos cristales de las ventanillas están rotos, mientras que los vagones se desplazan con dificultad a una velocidad máxima de 40 kilómetros por hora por raíles más adecuados para la chatarra que para aguantar a los trenes. Esto es el panorama que ofrecen hoy los ferrocarriles de Albania, un país que aspira entrar en la Unión Europea.
En la estación de Tirana, de donde salen 10 trenes diarios, que cubren los trayectos con el resto del país, reina un silencio total. La sala de espera está vacía y en su entrada está colgado un cartel de cartón en el que con letras escritas a mano se indican los horarios de partida y llegada. "A mí me interesa sólo que ande y que me lleve a casa. No me importa que no haya luz, calefacción, ni cristales. Pago 80 leks (0,50 dólares) diarios de ida y vuelta y estoy satisfecha", afirma Zeqine Mata, una campesina que no recibe pensión alguna.
Como en películas de suspense, una vez que los trenes se acercan a las zonas pobladas, especialmente a los suburbios de Tirana, se convierten en el centro de las miradas de niños y jóvenes, cuya única diversión es apedrear sus ventanillas. "Es un juego muy peligroso que, a veces, acaba hiriendo a los pasajeros. Pese a que cambiamos todos los años los cristales rotos, es un juego que nunca termina", denuncia Nimet, uno de los 1.680 empleados de la Empresa estatal de Ferrocarriles, 1.100 de los cuales reciben un sueldo de 120 euros mensuales.
Pero la causa principal de los accidentes ferroviarios deriva de los pasos a nivel ilegales por los que pasan automóviles y personas, y las viviendas construidas de forma abusiva pegadas a las vías. "En los 422 kilómetros de la red ferroviaria albanesa hay 150 pasos a nivel ilegales, 47 de ellos en los 37 kilómetros que hay entre Tirana y Durres", donde vive casi la mitad de la población, declaró a Efe, Zamir Ramadani, director general de Ferrocarriles de Albania.
Para evitar accidentes, el maquinista toca durante todo el viaje la bocina y conduce el tren a velocidad de tortuga para tener tiempo de frenar en caso de un imprevisto. Ramadani reconoce que el sector vive una crisis profunda debido a la falta de inversiones. Las subvenciones del Estado para este sector rondan los 4 millones de dólares, equivalente a los sueldos y dietas de 140 diputados del Parlamento albanés.
Pero es más optimista sobre el transporte de mercancías, cuyo volumen el año pasado superó las 400.000 toneladas, frente a las 30.000 toneladas de 2006, pero esas cifras están aún muy lejos de los 6,6 millones de toneladas transportadas en 1990. En 2010 Albania pagó al grupo estadounidense General Electric una sanción de 20 millones de dólares después de que el primer ministro albanés, Sali Berisha, rescindiera un contrato firmado en 2003 por el anterior gobierno para invertir 95 millones de dólares en la construcción de un tren eléctrico de Tirana a Durres.
Fuente: 20 minutos (www.20minutos.es)