El lunes el denso tráfico ferroviario entre Berlín y Hamburgo, las dos mayores ciudades de Alemania, quedó completamente desordenado: horas de retraso, molestias y desvío de trenes de alta velocidad por rutas alternativas. El motivo fue la explosión de un artefacto incendiario junto a una caja de transmisiones ferroviarias. Desde entonces la policía ha encontrado quince artefactos del mismo tipo, en, por lo menos, otros cinco puntos de la red berlinesa.
Se trata de simples botellas de plástico rellenas de gasolina y provistas de un detonador y dispositivo temporal, colocadas en cajas de transmisiones y conmutadores, que al explotar anulan señales y cortan comunicaciones. No es la primera vez que ocurre. En mayo el sabotaje de una caja de conmutadores paralizó el tráfico ferroviario de un amplio sector de la ciudad. El miércoles se encontraron otros tres artefactos, todos de similares características.
Más erupciones.
Un grupo presuntamente izquierdista llamado “Hekla”, que confirma su volcánico nombre presentándose como una “iniciativa para más erupciones sociales”, ha reclamado la paternidad del asunto. Su comunicado condena la participación militar alemana en Afganistán y exige la libertad del soldado estadounidense Bradley Manning, encarcelado por acusaciones de haber filtrado información a WikiLeaks. Mientras la prensa sensacionalista clama contra un resurgir del terrorismo izquierdista, la policía se toma en serio la paternidad de estos sabotajes.
Todos los artefactos se colocaron el mismo día con la idea de superar ampliamente el caos en el tráfico ferroviario logrado en mayo, lo que amplía considerablemente la potencialidad del incidente. Según el ingeniero Jürgen Siegmann, de la Universidad Técnica, sólo con que los artefactos hallados el lunes en la Estación Central de Berlín (Hauptbahnhof) hubieran actuado, se habría paralizado todo el tráfico en dirección norte.
La Hauptbahnhof es la mayor obra de ingeniería realizada en la ciudad desde la reunificación. Construida en los amplios espacios de la antigua zona de seguridad del muro de Berlín, la gran estación centraliza en una sola instalación de cuatro niveles el tráfico ferroviario de la ciudad hacia los cuatro puntos cardinales. Las fuertes lluvias que en la ciudad cayeron el lunes y el martes impidieron, probablemente, que la explosión del lunes se multiplicara por diez, pues sólo dos dispositivos funcionaron, explican los portavoces policiales.
El miércoles se seguía rastreando el tendido en la región berlinesa en busca de más artefactos. Centenares de policías, agentes de paisano y un helicóptero que sobrevuela la ciudad equipado con detectores de calor, participan en la ardua labor, pues el tendido ferroviario de la región suma 6400 kilómetros.
Investigando a oscuras.
La policía parece trabajar a oscuras ante un caso que, sin ser comparable a los atentados de los años setenta y ochenta, refleja una motivación política “blanda” y una paternidad flexible y difusa. Las esperanzas se centran en el examen minucioso de los artefactos no explosionados, por si contienen algún rastro de DNA de sus autores a partir de rastros de piel, cabellos o sudor, explican funcionarios del departamento de investigación criminal de la región Berlín-Brandeburgo.
La situación recuerda al desconcierto creado por la anónima ola de incendios de coches que se registra desde hace años en Berlín y Hamburgo. En la ciudad hanseática se han quemado más de 1400 coches desde 2004. En Berlín, donde en 2009 ardieron 400 vehículos y el año pasado unos quinientos, éste verano se vivió una autentica plaga. Muchos de los incendios se provocan con pequeñas pastillas para encender carbón, como las usadas en las estufas de ladrillo refractario, antes muy comunes en las viviendas berlinesas, y que también se emplean en barbacoas. Su colocación junto a los neumáticos de los vehículos permite a los vándalos una huida temporalmente relajada.
Aunque hay indicios sobrados de la intencionalidad política de estos delitos, con el tiempo un gamberrismo despolitizado parece haberse sumado a la práctica. Si al principio los ataques se centraban en coches caros de gama alta, ahora ya se extienden a toda clase de vehículos, lo que aun desconcierta más a la policía que ha practicado muy pocas detenciones, pese al despliegue de vigilantes especiales y del mencionado helicóptero con detector de calor.
Fuente: La Vanguardia (www.lavanguardia.com)