jueves, 21 de febrero de 2019

NOTICIAS --- Los detectives del grafiti: así dan caza a los artistas urbanos en el 'santuario' de Elche


Nueva York, Cincinnati, Denver, México, Dubái, Barcelona, Montreal… No hay ciudad que valore el arte urbano del grafiti en la que no haya quedado una huella del bote de pintura de J. Demsky (Dems). Convertido en artista global, este hombre nacido en Elche (Elx) en 1979 ha exhibido sus creaciones en algunos de los más importantes certámenes internacionales del ramo. Ha pintado para multinacionales del automóvil como Nissan y sus estilo colorista ha atraído a los diseñadores de Nike, que emplearon su creatividad para reforzar su colección de zapatillas inspiradas en Kobe Bryant, la megaestrella de la NBA.

También en Elche tiene su base otro grafitero de reconocimiento internacional, Rosh333. Con una trayectoria de participación en numerosos eventos y muestras de arte urbano, fue seleccionado junto con el cántabro Okuda San Miguel para pintar el mural ‘Entre dos universos’ que con la efigie de Paco de Lucía decora la estación de la línea 9 del metro que lleva el nombre del guitarrista flamenco en Madrid, inaugurada en 2015 con los parabienes institucionales.

Demsky y Rosh, ambos en la cuarentena, son profesionales del grafiti, verdaderas estrellas del arte urbano. Pero tras el éxito y el reconocimiento hay una mancha, una marca del espíritu callejero que nunca les ha abandonado. En ocasiones, se les va la mano. Les puede la pulsión del 'spray'. Los dos han sido identificados como autores de pintadas vandálicas sobre material urbano o privado por una unidad de la Policía Local de Elche, pionera en España, que se ha especializado en grafística, que ha logrado poner nombre a medio centenar de grafiteros y cuyas tareas de identificación, con metodología detectivesca, se han traducido en más de una decena de detenciones por delitos de daños desde que se puso en marcha en 2017 y en un buen número de sanciones administrativas y multas económicas.

“Nosotros no estamos en contra del grafiti. Es un arte. De lo que estamos en contra es de que una persona tenga que soportar que le pinten el comercio, la fachada, o que los impuestos se vean mermados. Si no está legalizado y autorizado, es un acto vandálico. Al final lo pagamos entre todos”, explica a El Confidencial el responsable de la unidad policial ilicitana.

Los grafitis, las pintadas urbanas descontroladas, se han convertido en un reto artístico trangresor para muchos jóvenes, pero también en un quebradero de cabeza para las ciudades españolas, tanto estético como económico. Renfe gasta 25 millones al año solo en limpieza de vagones, trenes e instalaciones. Una ciudad como Elche, de 180.000 habitantes, destina un millón de euros anuales en reponer sus muros y material urbano. El Ayuntamiento de Madrid calcula que deshacerse de las pintadas, muchas de ellas muy lejos de la calidad artística de las obras de Rosh o Demsky, consume cerca de un tercio de su presupuesto en limpieza.

La experiencia ilicitana ha comenzado a dar sus frutos en una ciudad que es una especie de santuario para grafiteros. Aquí se celebró en 2014 la segunda edición del Proyecto Víbora, un certámen que dividió el cauce hormigonado del río Vinalopó en pequeñas parcelas que sirvieron de lienzo de piedra para artistas y creadores urbanos de toda Europa con patrocinio municipal. Varios colectivos o ‘crews’ se reúnen con asiduidad en una vieja nave abandonada para ensayar sus 'tags' (firmas), desplegar sus murales y desarrollar sus creaciones sobre las paredes. El espacio, una amplia construcción industrial ruinosa y con galerías diáfanas, es una suerte de templo del grafiti para la 333 (antiguos Pornostars), los Urkel o los GNK, los tres principales grupos locales de amantes de los botes de pintura de 'spray'.

La unidad visita con frecuencia esta nave abandonada. Aquí captan fotografías para sus informes caligráficos y grafológicos. “Hay movimientos aéreos que no se ven y son los que se estudian. La forma de firmar, de perfilar grafiti… Cada uno tiene su estilo, sus señas.

Cuando lo estudias bien, se puede llegar a atribuir a su autor”. El jefe de la unidad domina la jerga: un ‘cierre’ es pintar una persiana a pie de calle; un ‘bombing’ es invadir una zona de la ciudad con ‘tags’ o firmas garabateadas; una ‘pota’ es un grafiti de curvas de ejecución muy rápida; cuando la ‘pota’ se perfila, pero no se pinta, se denomina hacer una ‘plata’... Cuando se decidió crear este grupo de la Policía Local, sus integrantes, responsables también del área de residuos y medioambiente, se lo tomaron en serio. Se profesionalizaron. Se formaron como peritos caligráficos y crearon una herramienta informática con Photoshop Lightroom con la que han abierto una carpeta para cada grafitero y un mapa geolocalizado de sus pintadas. “Muchas veces son zonas concretas de actuación que delatan dónde viven, por dónde se mueven o por dónde vive la novia”, explican.

El seguimiento por redes sociales (principalmente Instagram y blogs) en busca de datos que permitan identificar personas, el estudio grafológico de las pintadas y los 'tags' y un trabajo detectivesco que les ha llevado a acudir a institutos para comparar la caligrafía de exámenes o manuscritos de alumnos han permitido a esos agentes crear una base de datos con el grueso de la comunidad grafitera de la ciudad con conclusiones reveladoras, como que cerca de la mitad de los identificados han pasado por el bachillerato artístico que se cursa en uno de los centros docentes. También han logrado identificar autores de pintadas en ciudades como Murcia, Torrrevieja o Elda, o en urbes más alejadas como Barcelona.

“Intentan tener un perfil legal y otro perfil ilegal o perfil ‘sucio’, como lo llamamos nosotros. Muestran sus obras pero tratan de cuidarse de mostrar imagenes que les identifiquen. Nos ofrecimos a la Policía en Madrid para proporcionarles indentificaciones”, señala el oficial de la Policía Local.

Su sistema desemboca en identificaciones indubitadas, que sirven como prueba pericial en procedimientos de infracción administativa, pero también penal, por daños económicos. La unidad colabora con la sección de patrimonio de la Policía Nacional en Elche, que es la que practica detenciones o tramita las denuncias penales. “Es como si entrasen en tu casa y te rompiesen mobiliario, porque tiene un coste económico alto. Lo que ocurre es que son artistas y no los vemos igual. Ningún juez quiere meter a nadie en la cárcel por pintar fachadas”. Los procedimiento suelen derivar en multas económicas.

Artistas como Demsky o Rosh ya han sido notificados y protagonizan algunos de los 100 expedientes abiertos desde que comenzó a andar la unidad policial. Ninguno de los dos ha contestado a las preguntas de El Confidencial sobre la relación del colectivo con la policía del grafiti. “Se han dicho muchas mentiras y tonterías sobre el grafiti en Elche’, es lo único que lanza Demsky.

Fuente: El Confidencial