miércoles, 4 de septiembre de 2019

CURIOSIDADES --- El tren-botijo y el turismo madrileño


A finales del siglo XIX la costumbre de veranear fue calando entre la clase media-baja de Madrid. Para este público el periodista Ramiro Mestre Martínez creó lo que algunos han denominado la primera agencia de viajes al organizar de 1893 a 1917 un servicio especial de trenes a Alicante.

Los medios económicos de esos viajeros no estaban a la altura de los que veraneaban en el Cantábrico pero lo tomaron con humor: Ramiro Mestre bautizó como "botijo expreso" a sus trenes y a sus viajeros los nombró miembros de la "orden botijil". Su éxito se produjo porque proporcionó vacaciones económicas a los madrileños de clase media-baja.

Como redactor del diario La Correspondencia, narró en sus crónicas las incidencias del viaje Madrid-Alicante que era largo e incómodo. Aunque más adelante hubo trenes-botijo con destino a distintas ciudades, el primero y el que dio nombre a todos los demás fue el de Alicante.

El ambiente en esos trenes era de humor y camaradería con lo que el viaje se convertía en un atractivo más de las vacaciones. Tanto que la expresión “tren-botijo” al final significó la alegría de las vacaciones según otro periodista de aquellos años: "Y ya es sabido, que decir tren botijo, es sinónimo de tren de alegría, de bulla, de gresca continuada" (El Adelanto de Salmanca 28-5-1909).

Ramiro Mestre escribió sobre la segunda expedición de 1893 un divertido relato publicado el 5 de septiembre en "La Correspondencia". Ese segundo viaje había durado 20 horas. El tren llegó a Alicante sobre las 9,30 de la mañana del día 4 de septiembre después de haber salido de Madrid a las 13,30 del día anterior. En viajes posteriores se fue acortando el tiempo y el tren recorría los 400 km en unas catorce horas que finalmente se redujeron a 12. A pesar de tal reducción los viajeros se veían obligados a seguir llevando comida y agua en los botijos; de ahí el nombre de "tren-botijo".

Para hacer llevadero el trayecto intentaban adaptar el vagón a sus necesidades, según el periodista: "La animación crece. Varios individuos, provistos de unas piedras y algunos clavos, se preparan para hacer perchas donde colocar las americanas y demás prendas, mientras que otros colocan pañuelos en las ventanillas". Los empleados de la compañía lo impidieron pero con poco éxito; aquí emplea ya la palabra "turistas" pero en sentido irónico por la clase social de los viajeros ya que en aquellos tiempos ser "turista" tenía connotación elitistas: "No habíamos llegado aún a la estación de Villaverde, cuando entre los touristas que ocupaban el coche número 313 se desarrolló verdadero entusiasmo por continuar la obra emprendida poco antes de partir el tren de Madrid y evitada por los empleados de la empresa, y que consistía en colocar clavos en los testeros del carruaje para improvisar perchas. En efecto, diez minutos después el coche estaba convertido en una prendería. Se colgaron pañuelos, cazadoras, camisolas, botijos, botas con vino, botellas, cajas y todos los efectos que pudieran tener fácil adaptación".


La satisfacción de los clientes tras la vuelta del veraneo hizo que recomendaran el producto y así se extendió el deseo de viajar al litoral alicantino: "El entusiasmo de las gentes por trasladarse a la playa alicantina, ha subido de punto, desde que los viajeros que constituyeron la primera hornada que se coció el 20 del mes último, regresaron hace tres días a Madrid, y han expuesto a sus convecinos sus impresiones de viaje, hablándoles de ¡la mar!"

En 1915 la organización de los viajes había mejorado. El diario "Alicante obrero" del 24 de junio de ese año publicaba la siguiente noticia que informaba del servicio de trenes especiales que se organizaba para los veraneantes. Habían aumentado el número de 6 a 10 saliendo desde la segunda quincena de julio hasta la primera de septiembre, ambas inclusive.

La duración del viaje era de 12 horas, desde las 18 hasta las 6 del día siguiente: "Los botijos. El Patriarca de la órden Botijil y redactor de la «Correspondencia de España» don Ramiro Mestre Martínez, ha escrito una carta al señor alcalde, dándole cuenta de que los trenes especiales que este año visitarán nuestra población con motivo de la estación veraniega, serán diez en vez de los seis que hasta el pasado año venían. Dichos trenes se confeccionarán con material nuevo y llevarán tres coches de segunda y diez y nueve de tercera todos corridos como los del correo y saldrán de la Corte á las seis de la tarde de los días 12 19 y 26 de Julio: 2 9 16 23 y 30 de agosto y 6 y 13 de septiembre, llegando á esta capital á las seis de la mañana".

No todos los veraneantes del tren botijo eran madrileños. También las poblaciones cercanas a la línea Madrid-Alicante utilizaban el servicio. Ramiro Mestre citaba Alpera, Almansa, Caudete, Villena, Sax, Monovar y Novelda. Indicaba también que había hablado con los dueños de balnearios los cuales le informaron que ese año había descendido el número de bañistas, un descenso que como hemos visto también detectó el benidormí Francisco Ronda y le impulsó a hacer publicidad de su establecimiento.

No todos los viajeros se quedaban en Alicante. Como señaló Ramiro Mestre "Gran número de los botijeristas llegados ayer, no se han quedado en Alicante, sino que han marchado a los pueblos inmediatos". Es decir que algunos tomaron la diligencia para llegar hasta Benidorm. Los viajes en trenes botijo se promocionaban como asequibles a todo el mundo y Francisco Ronda defendía la baratura de precios de Benidorm, en contraste con los precios más altos de los balnearios de Alicante. Así que en el siglo XIX Benidorm no fue destino para las clases altas. Eso vendría en el siglo siguiente, tras la Primera Guerra Mundial.

Como conclusión sobre el turismo del siglo XIX en Benidorm queda claro que aunque esta incipiente actividad no se puede calificar de turística stricto sensu, no por ello deja de ser importante. Este turismo no fue capaz de transformar la vida y la economía de Benidorm de manera significativa. Fue considerado como un complemento de la tradicional economía agrícola y pesquera. Pero algunas de sus iniciativas constituyeron el punto de partida para el despegue de la actividad turística en la primera mitad del siglo XX. Ya había un conocimiento de las posibilidades naturales que ofrecía Benidorm: de sus playas de arenas finas y doradas, de sus aguas cristalinas, de su clima beneficioso, soleado e incomparable y de sus hermosísimas vistas. Se supieron aprovechas las facilidades abiertas por las nuevas vías de comunicación. Y también se constata que entre los benidormenses había una capacidad de iniciativa capaz de generar publicidad, servicios de lanzadera, de agencia inmobiliaria, etc. Estamos en la antesala del turismo.

Fuente: HISTOBENIDORM