domingo, 13 de noviembre de 2011

NOTICIAS-Cercanías 'invita' al viaje.

Son las once de la noche. Es sábado y, como tal, el andén de la estación de Cercanías de Mollet-Sant Fost, en la localidad barcelonesa de Mollet del Vallès, acoge a una treintena de pasajeros y unas cuantas botellas de contenido etílico. En tres minutos, un tren hará acto de presencia y, en 25, los habrá transportado al centro de la capital catalana sin coste alguno. El viaje será gratuito y lo será forzosamente.

Las puertas del vestíbulo permanecen cerradas desde las diez. Dentro, y aislados de los viajeros, han quedado la taquilla ya vacía de vendedor, las máquinas expendedoras de billetes y los tornos que controlan el acceso. Comprar un título de transporte o validarlo es ya del todo imposible. Pero no así coger el último tren. La portezuela exterior que hace las veces de salida de emergencia y que durante el día ha permanecido candada para separar la acera del andén es ahora único y libre punto de entrada al mismo. Antes de acabar la jornada, el personal ferroviario se ha encargado de abrirla pertinentemente y posibilitar que el usuario pueda subir al tren, pese a que tenga que hacerlo sin haber desembolsado un euro por el trayecto que va a realizar.

"Yo no lo veo muy normal, pero lo que sé es que no me pueden decir nada, porque es que, aunque quiera, no puedo pagar", resume Pedro sin perder de vista la vía por la que tiene que aparecer su medio de transporte. Los que serán sus compañeros de faena en la noche barcelonesa asienten mientras guardan en una bolsa de plástico el medio litro de vodka que aún les queda por ingerir.

Las estaciones principales permanecen abiertas hasta el paso del último tren, con lo que la compra o validación del billete es posible a lo largo de todo el servicio, pero las decenas de estaciones intermedias de la red de corta distancia catalana se ven abocadas a esta suerte de gratuidad inducida, cuando la circulación no está comprendida entre las seis de la mañana y las diez de la noche. En la línea R2 Norte, a la que pertenece Mollet-Sant Fost, por ejemplo, después del cierre de vestíbulos es obligatorio acceder a los trenes sin pagar desde Montmeló. Es decir, los últimos usuarios que pudieron comprar su billete fueron los de Granollers y los siguientes serán los de Sant Andreu Comtal, la primera estación perteneciente a Barcelona ciudad. Los de las ya citadas Montmeló y Mollet, más los de La Llagosta y Montcada i Reixach también viajan gratis. La población de estas localidades oscila entre los 9.000 y los 50.000 habitantes.

Sólo una línea blindada por revisores.

La misma situación es extrapolable al resto de líneas. En la R1 esta situación se da en estaciones como Premià de Mar, Montgat o El Masnou; en la R2 Sur, en Bellvitge, Viladecans, la infausta Platja de Castelldefels o Cubelles; en la R4 Norte, en Torre Baró, Barberà del Vallès o Montcada Bifurcació y en la R4 Sur, en Sant Feliu de Llobregat, Gelida o Sant Sadurní. En todas ellas, el servicio de venta de billetes está externalizado mediante una concesión del servicio a una empresa que únicamente vende los títulos de transporte o a la propia cantina de la estación que, además de ofrecer servicio de hostelería, atiende a los viajeros. Uno u otro modelo de cesión se da, según el Sindicato Ferroviario, en el 66% de las estaciones.

La R3, que conecta Barcelona con Vic y Puigcerdà y a la que, curiosamente, pertenece la otra estación de la que dispone Mollet del Vallès (Mollet-Santa Rosa), es la gran excepción. No por los horarios de apertura ni por contar únicamente con personal operador de Renfe, sino porque el cobro a bordo permite paliar las deficiencias del servicio manifiestas en el resto de líneas. "Es la única en la que los revisores están presentes de forma continuada", revela Salvador Durán, representante del Sindicato Ferroviario. La razón, según Durán, es que la poca visibilidad en determinados andenes impide al conductor comprobar si los pasajeros han acabado de abandonar o subir al tren, siendo el revisor el que debe comprobarlo y dar la señal para que se pueda reemprender la marcha. "La gente entra a sus anchas, el fraude se ha disparado y se ha perdido la información a bordo en la mayoría de líneas. El viajero está desatendido. El maquinista no puede estar pendiente de todo. ¿Y si hay un accidente o hay que hacer una evacuación", agrega el sindicalista. Renfe, a través de su portavoz en Cataluña, Antonio Carmona, reconoce que, en efecto, las demás "brigadas" de revisores "son intinerantes".

Aunque para algunos viajeros, como Nora, son más bien invisibles. "Yo llevo desde el 2004 cogiendo esta línea y nunca he visto un revisor", dice a lomos del tren que acaba de recogerla en Mollet y asegura que sus viajes no se circunscriben sólo a la noche, sino que los realiza en múltiples franjas horarias. El Sindicato Ferroviario denuncia que en los últimos años se ha "mermado más del 50%" el personal de control en los convoyes, derivándolo a realizar control en los puntos de acceso y salida de las grandes estaciones de Barcelona.

Renfe: 'Pueden pagar a la salida'.

La última ocasión de pagar por el trayecto realizado se da, paradójicamente, cuando éste ha acabado. "Pueden pagar a la salida, apelamos a la ética y la conciencia social para que entiendan que es un servicio público y lo hagan", espeta Carmona. La operación consistiría en comprar el billete, en caso de que la estación a la que se llegue sea de referencia, y por tanto permanezca abierta, y deshacerse de él o introducirlo en la máquina que controla la entrada al andén como si el viaje fuera en realidad a comenzar.

La realidad es, sin embargo, que Pedro, sus amigos, su menguante botellón y otra decena de pasajeros que han decidido apearse en Sant Andreu Comtal salen por la puerta de apertura automática reservada para el paso de bicicletas y carritos sin que el vigilante ponga objeción alguna. Nora, explica, lo hará en Passeig de Gràcia, la estación más céntrica de la línea R2 Norte, donde también se dirige usualmente la mayoría del pasaje, y tampoco allí encontrará oposición: es una de las estaciones en las que no es necesario introducir el título de transporte para poder salir. "La empresa alega que en esta estaciones los accesos son muy estrechos y se podrían generar aglomeraciones peligrosas", narra el sindicalista Durán, que sólo halla solución en que las estaciones "estén abiertas desde el primer al último tren y en el restablecimiento general del sistema de control en ruta con revisores".

Aparcada esta posibilidad y descartadas otras como la de instalar máquinas expendedoras en los andenes para corregir esta carencia permanente y propiciada, Renfe acude a la teoría del mal menor. "Hay una repercusión, ocurre, pero es mínima, y al final tenemos que dar el mayor servicio posible con los recursos de los que disponemos. Buscamos racionalizar. Además, a esa hora la demanda que se genera es fundamentalmente de Barcelona hacia fuera", defiende Carmona. Esa circunstancia no se cumple los fines de semana, donde los usuarios no acuden a la capital catalana a trabajar sino a quemar su tiempo de ocio. Sí lo hace el lunes, cuando el asueto ha finalizado. Son las diez y dos minutos de la noche y Juan, mono en cuerpo y mochila al hombro, espera en el andén de Mollet-Sant Fost para ir a trabajar a la vecina localidad de La Llagosta. Aguarda la fábrica. A menos diez, el vestíbulo ya estaba cerrado y la puerta de emergencia abierta. El tren pasará a y cinco. "Cuando me toca el turno de noche, me ahorro el viaje cada día y, quejar, no me quejo», reconoce risueño. Cercanías 'invita' al viaje.

Fuente: El Mundo (www.elmundo.es)