miércoles, 8 de marzo de 2017

NOTICIAS - El tren del futuro se diseña en València


Es miércoles por la tarde y un par de estudiantes limpian las mesas de una pequeña nave de la Universitat Politècnica de València. Otros han ido a tirar las cajas de pizzas. Las últimas noches han sido largas pues tenían que mandar un informe de su proyecto de Hyperloop. Una hora y muchas explicaciones después, uno de ellos resume: “Acuérdate, no es un tren supersónico ni va en un tubo al vacío”. Empecemos por puntualizar. La idea general del que dicen puede ser el medio de transporte del futuro sí que se basa en un tubo de acero en el que la presión sería muy baja y por el que, aprovechando la falta de rozamiento de ese ‘casi vacío’, viajarían vainas o cápsulas ('pods') a velocidades que podrían alcanzar los 1.000 kilómetros por hora. Es decir, que permitiría viajar de Barcelona a Madrid en media hora. Primero con mercancías y, más adelante, con personas en cabinas presurizadas como las de un avión. Así que para los ingenieros no es un tren supersónico que viaja al vacío, pero para el resto casi podría serlo. Y este próximo verano, este grupo de estudiantes se ha ganado poder probar su prototipo en la POD Competition II para la que se ha construido una pista de pruebas de un kilómetro y medio en California.

Aunque no sea de ciencia ficción, la suya es una historia de película. Comenzó cuando en el 2015, un estudiante de la Politècnica se enteró de que el multimillonario Elon Musk, propietario de Tesla y Space X, había convocado un concurso para culminar el desarrollo del Hyperloop. Así, Ángel Benedicto, Daniel Orient, David Pistoni, Germán Torres y Juan Vicén formaron el Makers UPV con el profesor Vicente Dolz como tutor.

El concurso constaba de dos categorías, una para los que tenían capacidad económica para construir sus prototipos y otra para los que solo podían presentar un diseño. Estaba claro que la suya era la segunda. El pasado julio se plantaron en Texas para competir con otras 115 universidades y dieron la campanada. El poderoso Instituto Tecnologico de Massachussets (MIT) firmó la mejor maqueta pero ellos fueron elegidos como el mejor diseño de concepto.

“Cuando iban a anunciar los premios, nosotros ya nos habíamos separado y estábamos pensando en qué íbamos a hacer al día siguiente, pero cuando anunciaron por megafonía que habíamos ganado nos pusimos a correr como locos buscándonos unos a otros”, recuerda Dolz. La victoria les dio algunos apoyos y con ellos la posibilidad de construir su maqueta. “Varias empresas nos llamaron y tiramos para adelante pero no somos el MIT, al que le sobra el dinero y puede hacer pruebas en instalaciones de la NASA”, señala. También había que ampliar un equipo que ya reúne a más de 30 estudiantes, algunos de los mejores de cada una de las disciplinas implicadas.

La revolución estaba en el techo

Siguiendo la estela del tren bala de Japón, casi todos los equipos presentaron un diseño en el que las vainas levitaban sobre unos raíles. Ellos no. “Cuando metes la cápsula en un tubo todo eso cambia, no tienes que atarte a eso. Si te abstraes de esa idea puedes darle otro enfoque y eso hicimos. Lo hicimos levitar desde el techo”, explica Pablo Hernández, del ‘departamento’ de estructuras. La idea es tan sencilla que cualquiera lo entiende. En las capsulas se ponen unos imanes. “Como los de la nevera pero más potentes”, apunta Federico Lluesma, del equipo de levitación. Y un electroimán regula el campo magnético que se crea con el propio tubo para que, no se pegue al techo ni se caiga a la base. Quitar los raíles aumenta el espacio, algo muy importante en un tubo de unos tres metros de diámetro, y, sobre todo, abarata el proyecto en cerca de un 30%. Y eso es clave.

“Es que el reto real es hacerlo viable porque con la tecnología actual ya se podría hacer”, explica Dolz. “Las cifras son muy estimativas pero el coste sería mucho menor que el de un AVE, tanto en la construcción como en el mantenimiento, que es brutal, especialmente por los raíles. Aquí el único mantenimiento es de las bombas de vacío”, señala Fernando Galtier, manager del equipo económico. El resto es un tubo limpio y la propulsión apenas tendría coste. “La idea es que un turbo-compresor pase el aire por encima de la cápsula y lo impulse, por eso cuando dejas de pasarlo se pararía”, explica Lluesna. Por si acaso, su diseño incluye un sistema de frenado de emergencia. “El aire que pasa realmente es muy poco pero como no hay rozamiento bastaría para llegar a velocidades cercanas a los mil kilómetros por hora”, señala Hernández.

El calendario está en el aire

La gran pregunta es si será real y, en caso afirmativo, cuándo, pero la respuesta no es fácil. “Yo soy poco optimista”, reconoce Dolz. “Hay muchos retos tecnológicos que solucionar, tiene que ser viable, eficiente y tiene que estar muy claro el tema de la seguridad”, desgrana. Pero hay quien sí apunta una fecha. “Yo creo que siendo realistas en 20 años podríamos estar haciendo un trayecto a Madrid en media hora”, apunta Galtier. “Todo dependerá del nivel de inversión”, acepta el profesor. Pero esa es otra película.

Fuente: Periódico elPeriódico