miércoles, 30 de octubre de 2019

NOTICIAS --- La política exprime un tren que ya solo depende de los técnicos


Pocos a estas alturas cuestionan la capacidad de Feijoo y su equipo para tocar determinados temas, auparlos al debate público y tomar la iniciativa política. Primero fue con las entregas a cuenta de Hacienda y los asuntos relacionados con la crisis industrial. Y hace unos días se recuperó el clásico del AVE -ya casi convertido en un día de la marmota-, en un momento en el que las obras se encuentran en su fase final, aunque con retrasos acumulados de carácter técnico a los que tanto el ADIF como Fomento quitan hierro.

Frente a lo que ocurría en otras campañas del pasado en las que el tren siempre tuvo protagonismo, el nuevo acceso ferroviario no está a merced de la volatilidad de la voluntad política del Gobierno de turno, como sucedió en el primer Ejecutivo de Zapatero, cuando era crucial poner en marcha los proyectos mediante licitaciones y presencia en los Presupuestos. Todo lo que tiene que estar en marcha para terminar las obras está en marcha y sin riesgo ya de infartos administrativos como el que paralizó buena parte del trazado cuando estaba Gonzalo Ferre al frente del ADIF.

Ni siquiera ahora hay un problema presupuestario, según confirman distintas fuentes del administrador ferroviario. Los Presupuestos prorrogados del Gobierno de Rajoy disponen de fondos suficientes para alimentar los trabajos en su recta final, y si no fuera así, el ADIF tiene una autosuficiencia económica que le permite afrontar sin problemas el esprint final de los trabajos. El grueso de la gran obra civil que es la plataforma está prácticamente acabada, con más de cien kilómetros de túneles construidos y todos los viaductos completados (a uno de ellos le falta por completar uno de los tableros, pero la línea podría inaugurarse igual). Desplegar la superestructura -instalar las vías y los elementos de electrificación y seguridad- no es además la parte más cara del proceso para construir una línea de alta velocidad. Los fantasmas de la falta de liquidez, por tanto, no están sobre la mesa.

Los puntos calientes de la obra dependen ahora de la logística -una de las bases de montaje de vía está muy retrasada- y del gran corte de la circulación que se producirá a partir del 5 de noviembre y que durará 21 días. Esta interrupción de la circulación se aprovechará para trabajar noche y día en el tramo Taboadela-Ourense, que debe adaptarse a la alta velocidad, pero con la dificultad añadida de que las obras deben convivir con la circulación cotidiana de los trenes por la vía convencional.

En estos terrenos se juega el partido. Podrá haber complicaciones y retrasos, pero nada que pueda poner en riesgo el nuevo acceso ferroviario ni políticos que quieran desviar el dinero hacia otros territorios porque no creen en el proyecto del AVE gallego. En este contexto, la Xunta debe ejercer todavía su función de control, justificada en tantos engaños del pasado. Pero con una tranquilidad que hace años era imposible.

Fuente: La Voz de Galicia