jueves, 14 de julio de 2016
NOTICIAS - Un cártel de cuatro empresas se jugaba al 'gordo' de la lotería los contratos del AVE
Aunque se forman con intención de vulnerar la Ley, los cárteles tienen la suya propia. Unas veces el reparto ilegal del mercado para eliminar competencia se hace de manera reglada; en otras ocasiones es resuelto de manera más prosaica. En el caso de la adjudicación de contratos de desvíos ferroviarios, parte de una inversión pública de más de 40.000 millones de euros en Alta Velocidad, cuatro empresas se repartieron durante 15 años licitaciones por valor de 500 millones de euros. Para tener un método imparcial de adjudicación de negocios recurrían al gordo de la lotería.
En los 10 años que transcurren entre 1999 y 2009, Amurrio y Talleres Alegría, dos de las empresas expedientadas la semana pasada por la CNMC por cartelizar las licitaciones y contratos de Adif, multiplicaron por ocho y por 10 sus cifras de negocio hasta 33 y 23 millones de euros. JEZ Sistemas, por su parte, empezó más tarde pero en apenas cinco años multiplicó por cinco sus ingresos hasta 21 millones. La asturiana Duro Felguera, última en sumarse facturó 20 millones de euros.
La investigación de la CNMC a raíz de las denuncias de la empresa pública descubrió un cruce de mails entre Amurrio, Alegría y JEZ donde, según el organismo, se llegaron a hacer los repartos entre las empresas «dependiendo del número agraciado con el primer premio en el sorteo de la Lotería Nacional». Si el primer número de la lotería nacional era par, a Alegría le correspondía la adjudicación de la instalación y obra de un desvío y a Amurrio otro. En el caso de que fuera impar, este orden se invertía.
El cártel fue contratado ininterrumpidamente a lo largo de 15 años. En este período, concursó como Unión Temporal de Empresas (UTE) y ganó decenas de contratos por entre uno y más de 20 millones de euros. De ellos, hasta 43 tuvieron bajas inferiores a un 1% o la rebaja por competencia sencillamente no existió.
Desde 2014, Adif, perteneciente al Ministerio de Fomento, ha llevado la corrupción y conductas ilegales ante la Fiscalía y la CNMC. Aunque, en este caso, el expediente se centra en las empresas que formaban el cártel, la empresa pública que mayor presupuesto para infraestructuras públicas ha manejado en los últimos 20 años, queda en mal lugar, hasta el punto de que sorprende que no se plantee ninguna medida.
Según la investigación, el personal de Adif encargado de las licitaciones formaba parte activa del amaño de concursos al informar y pactar con el cártel las condiciones de las adjudicaciones o recomendar mantener las formas.
El 19 de junio de 2009, el responsable de Adif identificado por Competencia como «JJJ» se indigna con los miembros del cártel, que al estar seguros de ser los adjudicatarios de un concurso, no se molestaron en acudir a la apertura de sobres, el acto en el que se da a conocer el ganador de una licitación.
«Parece ser que no termináis de entender las instrucciones de trabajo emitidas desde Adif, y por supuesto, veo que 13 millones de euros no son lo suficientemente importantes como para mandar a una persona de la UTE a la apertura de esta mañana tal y como ya se ha comentado en repetidas ocasiones. Este comportamiento es inadmisible y espero que sea la última vez», les dice.
No hay constancia pública de qué beneficios obtenía el trabajador de Adif de esta relación. Pero, a pesar de esta evidencia de que la empresa pública formaba parte activa del cártel, Competencia la exculpa de cualquier responsabilidad. Como denunciante, Adif no se acogió al programa de indulgencia de la CNMC.
«Si bien las entidades de administración de infraestructuras ferroviarias han tenido cierto grado de protagonismo en las conductas objeto de esta resolución y ello sea reprobable desde la competencia, no es posible atribuirle la condición de operador económico responsable en este expediente, sin perjuicio de que haya podido incurrir en la infracción de otras normas que le puedan ser de aplicación y sobre las que Competencia no tiene facultad de aplicación», concluye.
Fuente: El Mundo
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