jueves, 7 de abril de 2016
NOTICIAS - Atrapados en las puertas del metro en sillas de ruedas
Hace unos años nunca se hubieran imaginado que desplazarse en transporte público se acabaría convirtiendo para ellos en una odisea. Pero una discapacidad sobrevenida ha obligado a Jordi Porta y Viki Valls a enfrentarse a una realidad incómoda: la carrera de obstáculos que a menudo supone para las personas con problemas de movilidad el tener que viajar en tren, metro o autobús. Esto a pesar de los planes de accesibilidad universal aprobados desde hace años por administraciones y empresas del sector.
Los dos usuarios dejaron constancia de las trabas con las que se encuentran frecuentemente las personas que se desplazan en silla de ruedas por el transporte público. Una reivindicación mediáticamente abanderada por el rapero Juan Manuel Montilla, popularmente conocido como El Langui, cuando el pasado 19 de febrero bloqueó un autobús cuyo conductor le impidió el acceso.
“Estamos ya en un siglo en el que esto no debería ocurrir”, lamenta El Langui después de enumerar las cuantiosas razones para su indignación: rampas que a menudo se estropean y tardan días en repararse, autobuses interurbanos y trenes no accesibles para personas con movilidad reducida, estaciones de metro no adaptadas y otras que oficialmente sí lo están, pero a la práctica no.
No funciona la rampa
Estas y otras dificultades hacen que las personas de este colectivo a menudo tengan la sensación de ser ciudadanos de segunda. Al menos así es como asegura que se siente Jordi Porta, de 43 años, que un par de veces por semana viaja en un autobús de la empresa Casas desde Mataró para llegar al centro de rehabilitación al que asiste en Barcelona. “Se tendrá que esperar al siguiente autobús”, esta es la frase que asevera haber escuchado más veces. “Como si mi tiempo no valiera lo mismo que el de de los demás”, se queja.
La denuncia de Porta es compartida con otros usuarios con movilidad reducida, que utilizan los autobuses de otras compañías privadas y de Transports Metropolitans de Barcelona (TMB), para desplazarse. Este es el caso de Viki Valls, de 74 años y vecina de Barcelona, usuaria asidua de la línea H4 entre la plaça Orfila (Sant Andreu) y avenida Tibidabo. “A veces han fallado hasta tres plataformas seguidas y he tenido que esperarme al siguiente autobús”, sostiene. Y si se trata del servicio de autobuses nocturnos Nitbus, según los usuarios consultados, las rampas todavía fallan más.
Fuentes de TMB han explicado que toda la flota de autobuses -1070 vehículos en total- está preparada para acoger a personas con discapacidad física gracias a la instalación de elementos como rampas automáticas, plataformas bajas, suelos antideslizantes, espacios reservados para sillas de ruedas y pulsadores en braille. También afirman que la ratio de averías se sitúa en torno a una por coche y año, es decir, sólo dos averías por día, y presumen de ser “una referencia en adecuación a personas con movilidad reducida”.
“Que se estropeen las rampas no es el problema”, comentan los usuarios consultados, “sino que tarden días en repararse”, lo que conlleva que otras personas con movilidad reducida también tengan que esperar al siguiente autobús. “Esto provoca frustración en el usuario, que se siente discriminado”, opina Nico Ortiz, tesorero de la Asociación de Lesionados Medulares y Grandes Discapacitados Físicos (Aspaym Catalunya). En su defensa, la compañía explica que semanalmente sus vehículos pasan inspecciones visuales así como comprobaciones del buen funcionamiento de las rampas.
Otros obstáculos en el autobús
Pero la accesibilidad no sólo son rampas y ascensores. En este sentido Aspaym denuncia que algunas plataformas de cemento que se han instalado para facilitar que los pasajeros suban y bajen del autobús están mal adaptadas. “Hay mucha pendiente para las sillas de ruedas y el espacio en el que tienes que maniobrar para subir a la rampa es escaso, como ocurre en la parada de la línea V21 de Sagrada Família”, comentan fuentes de la asociación.
Nico Ortiz, de Aspaym, reconoce que la situación en los autobuses interurbanos todavía es peor. “No todos son adaptados y muchas veces tienes que llamar a la empresa para avisar a la hora en la que harás el trayecto para que envíe un vehículo accesible para las personas con movilidad reducida”, denuncia. Pero también hay inconvenientes que tienen su lectura positiva, como el hecho de tener dificultades para validar el billete desde una silla de ruedas. “Nunca marcamos y los revisores tampoco nos piden la tarjeta”, declara.
Una odisea por culpa del "gap"
Si ir en autobús puede condenar a una larga espera a los usuarios con movilidad reducida, ir en metro puede resultar, incluso, temerario. El motivo: el gap, anglicismo que hace referencia al hueco que separa el vagón del andén, muchas veces insalvable para las personas que se mueven con sillas de ruedas, sobre todo las que son eléctricas.
La gravedad de esta situación depende de cada estación y de cada línea. En este sentido TMB reconoce que, a pesar de que el 90% de sus paradas cuentan con ascensor, entre el andén, el vestíbulo y la calle, el plan de ajuste del gap no está implementado en todas ellas, aunque se está haciendo de manera progresiva, aunque no ha especificado a cuántas estaciones afecta.
La consecuencia de este problema de accesibilidad es que resta autonomía a los usuarios que van en silla de ruedas. “Soy una persona muy independiente, pero en metro no puedo ir sola”, asegura Viki Valls tras vivir una estresante e, incluso, peligrosa experiencia en la línea 1 del metro, que une Hospital de Bellvitge y Fondo, por culpa de los temibles gaps.
El pasado 17 de marzo Viki Valls y Jordi Porta intentaron desplazarse en metro entre dos paradas supuestamente adaptadas de la L1: Sant Andreu y Fabra i Puig. El gap les impidió subir y bajar del vagón por sí solos necesitando la ayuda de otros pasajeros. Pero lo que sobre todo denuncian es mucho más grave: que en una de las veces que se disponían a subir con la colaboración de otros usuarios al vagón de cola adaptado para personas con movilidad reducida el conductor accionó la señal acústica de cierre de puertas y acto seguido las cerró. Los pasajeros que intentaban ayudar y Jordi Porta y su silla de ruedas quedaron atrapados entre ellas.
Consejos de seguridad
Según TMB, en estas dos estaciones –Fabra i Puig y Sant Andreu- la distancia entre andén y tren es “la adecuada” y atribuye el problema a los diferentes tipos de sillas de ruedas existentes, que pueden tener varios diámetros de ruedas. También aconseja a las personas con movilidad reducida hacer el embarco y desembarco por el primer vagón para facilitar la visión de la maniobra por parte del motorista, sobre todo en estaciones con curva como la de Sant Andreu.
La empresa de transportes también resalta que algunas paradas, como la de Fabra i Puig, cuentan con rampas de metal para salvar el gap. “Pero muchas veces la rampa es demasiado baja y no llega a la altura del vagón”, añade Nico Ortiz, de Aspaym. Tampoco no entiende porque en algunas paradas en las que se han hecho obras “hay muy poco gap” y en otros es “enorme”. Por su parte TMB justifica que el molesto hueco “es necesario para que el tren no pueda chocar nunca con el andén, aunque reconoce que la tecnología ferroviaria permite ajustarlo más que en el pasado.
Pero si estos obstáculos y otros, como la falta de ascensores en algunos andenes y estaciones, disuaden a muchos usuarios de utilizar el metro, la situación en Renfe es aún bastante peor. Sólo el 40% de los convoyes y el 60% de las estaciones de Rodalies de Catalunya están adaptadas a fecha de hoy, según datos facilitados por la misma compañía, que cuenta con un plan de accesibilidad universal que se está aplicando de manera progresiva.
“La Renfe la dejo por imposible”, sentencia Jordi Porta recordando las malas experiencias que ha tenido como usuario de este transporte público. En este sentido explica que, incluso cuando los trenes están adaptados, no hay forma de saber en qué lugar del andén parará el vagón accesible a personas con movilidad reducida. Para alcanzarlo a tiempo, Porta relata que son frecuentes las carreras por el andén con la silla de ruedas.
Mientras la totalidad universal no llega, Nico Ortiz, de Aspaym considera que sería prioritario que la empresa ferroviaria indicara en los paneles informativos de las estaciones “si los convoyes son accesibles o no están adaptados” ya que en una misma línea pueden circular varios modelos de tren. En cuanto a media y larga distancia, ocurre lo mismo, con la salvedad de que existe el servicio Atendo que facilita a las personas con movilidad reducida viajar en trenes con problemas de accesibilidad.
Transportes públicos más accesibles
En contraste con lo que ocurre en el metro y los trenes de Renfe, Ferrocarrils de la Generalitat de Catalunya (FGC) y el tranvía de Barcelona son “los más accesibles”, según la opinión de los usuarios consultados y el portavoz de Aspaym. En el primer caso, a falta de adecuar las estaciones de Sarrià y del Putxet, que el Departamento de Territorio y Sostenibilidad ha licitado recientemente, el 97% de las paradas son aptas para personas con movilidad reducida.
Sin embargo, para Viki Valls algún que otro ajuste no estaría de más: “En los vagones que paran en la estación de Provença hay una separación que hace que las ruedas de la silla caigan en el agujero y, luego, tienen que venir a sacarme”, lamenta.
Un incidente que se queda en una anécdota en comparación con los muchos obstáculos que disuaden a las personas con movilidad reducida a utilizar determinados transportes de masas. “Nos sentimos menospreciados”, expresa Jordi Porta. Y concluye Viki Valls con uno de sus mayores deseos: “Tendríamos que poder ir por la ciudad como un ciudadano más, sin tener que pedir ayuda a nadie”.
Fuente: La Vanguardia