viernes, 16 de diciembre de 2016
NOTICIAS - El tren del apocalipsis: Rusia prueba su nuevo sistema de misiles nucleares
La primera, y única, regla del club de la disuasión nuclear es sencilla: nunca permitas que un enemigo aniquile tus armas atómicas. La única forma de ‘ganar’ una guerra nuclear es eliminar las armas del adversario en un golpe sorpresa que le deje sin posibilidad de respuesta, por lo que se dedica mucho esfuerzo e inversión a asegurar la supervivencia de suficiente capacidad como para infligir daños insoportables a cualquier enemigo, incluso si éste ataca primero. La estrategia nuclear completa de países como Francia o China se basa en esta idea, pero Rusia la está llevando recientemente un paso más allá.
Las grandes potencias han utilizado durante los últimos años sistemas de armas como los submarinos de misiles balísticos (o SLBM, en sus siglas en inglés), o los silos reforzados para albergar y proteger los misiles con base en tierra. Los SLBM, sin embargo, son caros de construir y operar, y los silos, por reforzados que se construyan, son localizables y por tanto vulnerables. Una forma de crear una capacidad de respuesta asegurada con misiles terrestres es cambiarlos de sitio de modo que el enemigo no sepa exactamente dónde están. China utiliza una red de túneles y EEUU diseñó un sistema basado en ferrocarriles que movieran misiles entre diferentes silos. Pero sólo la antigua URSS llegó a construir y operar una fuerza de represalia basada en trenes que se desmanteló tras la fragmentación del gigante soviético. Ahora Rusia los está devolviendo a la vida en forma del sistema Barguzin de misiles intercontinentales balísticos (ICBMs) montados sobre vías. Es el regreso de lo que ya se conoce como trenes del apocalipsis.
El primer misil balístico ferroviario del mundo
El plan no podía ser más simple: cargar a bordo de un tren misiles balísticos intercontinentales dotados de su correspondiente sistema de erección y lanzamiento y ponerlos a rodar por la red ferroviaria, siempre en movimiento, siempre dispuestos para garantizar un contraataque en caso de un devastador primer golpe nuclear. Las inmensas extensiones de la Unión Soviética y las ramificaciones de su red de ferrocarriles garantizaban que mantener un seguimiento de los trenes armados sería una tarea hercúlea, complicada por la necesidad de distinguirlos de trenes de carga perfectamente inofensivos. Así nació el concepto del sistema soviético RT-23 Molodets, el primer misil balístico ferroviario del mundo.
El RT-23 Molodets se desarrolló desde principios de los 80 y fue desplegado en 1987. Se diseñó como un misil de tipo ICBM intermedio y de combustible sólido para reemplazar al SS-19 de combustible líquido, más complicado de mantener y lanzar. El misil Molodets despegaba en frío (mediante un sistema de gases que lo separaba del lanzador antes de encender el motor), tenía 3 etapas, un alcance de entre 10 y 11.000 km y llevaba 10 cabezas nucleares del tipo MIRV capaces de maniobra independiente en la reentrada.
La potencia de cada una de esas cabezas era de 550 kilotones (más de 34 veces la bomba de Hiroshima) y, al ir montadas en MIRV, podían dispersarse y maniobrar para evitar cualquier tipo de defensa. Con 23,4 metros de largo, 2,41 de diámetro y un peso de 104,5 toneladas, los misiles estaban diseñados para ser albergados en silos y para el sistema de dispersión y lanzamiento ferroviario. La fábrica que los diseñó y construyó era el gabinete de diseño Yuzhnoye de Dnipropetrosk, en Ucrania; como veremos esto acabó por sellar su destino.
Los 92 misiles Molodets que llegaron a estar operativos fueron desplegados en silos en Ucrania (36 ejemplares) y en silos y trenes en Rusia (56 ejemplares). Los 12 trenes que llegaron a estar operativos llevaban tres vagones similares a los vagones de carga refrigerada estándar pero adaptados a transportar cada uno un misil y su sistema de colocación y lanzamiento. Cada tren llevaba un vagón generador eléctrico, un vagón de mando y otro de apoyo, además de un vagón cisterna de combustible.
Los convoyes, autosuficientes durante 28 días, se dispersaban en apartaderos especiales y disponían de 200 puntos de lanzamiento preparados. El tren podía recorrer 1.000 km al día. Pero el peso de los misiles era tal que el convoy necesitaba tres locomotoras diésel-eléctricas M-62, algunos vagones necesitaban 8 ‘bogeys’ en lugar de 4 y los trenes sólo podían usar tramos de vía especialmente reforzados. Esto hizo posible identificar los convoyes y mantener un seguimiento continuo por satélite con ayuda de agentes en tierra, lo que los hacía menos eficaces en su función de lo que deberían haber sido.
Con la descomposición de la URSS en 1991 el futuro de este sistema de armas quedó sellado. La recién independizada Ucrania no tenía interés en tener ni en fabricar ICBMs; sus 36 Molodets estaban desarmados y desmantelados para 1996 y los 56 que quedaban en Rusia se quedaron sin piezas de recambio. Los 10 que había en silos fueron desmantelados en el año 2000 y los trenes fueron retirados gradualmente del servicio: los últimos 5 convoyes fueron desguazados en agosto de 2005 y los últimos misiles fueron desactivados en 2008. Los SS-24 Scalpel fueron prohibidos en el tratado START-II, que nunca llegó a ser ratificado; pero la obsolescencia tecnológica y sus desventajas acabaron antes con ellos. Del sistema completo sólo queda un ejemplar de vagón erector con un misil desarmado en el Museo del Ferrocarril Oktyabrskaya de San Petersburgo.
Los soviéticos no fueron los únicos en analizar el concepto: también los estadounidenses consideraron desplegar uno de sus ICBMs en trenes para dispersarlos y garantizar su supervivencia. Convoyes ferroviarios especiales eran una de las posibilidades barajadas para el despliegue de los misiles LG-118A Peacekeeper, más conocidos como MX, durante los años 70 y 80: era la opción llamada ‘Rail Garrison’ (guarnición ferroviaria).
El transporte de estos misiles por vías formaba parte de otra de las opciones, la llamada ‘Racetrack’ (pista de carreras), en la cual se distribuían entre diferentes silos por medio de carreteras y vías férreas internas en un enorme polígono para que el enemigo no pudiera saber en qué silo se encontraban. Problemas de desarrollo de los misiles causaron retrasos que provocaron la drástica reducción de pedidos; simultáneamente aumentó la precisión y fiabilidad de los misiles balísticos lanzados por submarinos, haciendo menos necesario el despliegue ferroviario. Finalmente la opción ‘rail garrison’ fue desestimada tras la disolución de la URSS. Del empeño queda un vagón experimental adaptado en el Museo Nacional de la Fuerza Aérea. Finalmente sólo se fabricaron 114 Peacekeeper que fueron desplegados en silos, y pronto desmantelados; el último en 2005.
China también trabaja en el despliegue de un sistema de misiles balísticos intercontinentales basado en trenes al menos desde finales de los años 80. En diciembre de 2015 se informó de que se había realizado una prueba de preparación y lanzamiento de un misil Dong Feng DF-41 desde un vagón ferroviario modificado. El DF-41 es un misil de combustible sólido diseñado para ser disparado desde camiones que cuenta con un alcance de entre 10 y 12.000 km y se cree dispone de cabezas MIRV. China ha desarrollado un complejo sistema de carreteras, vías y túneles en el centro del país para garantizar la supervivencia de una fuerza de represalia que garantice la disuasión; el DF.41 montado en trenes serviría ese propósito. Se especula con que para su desarrollo China ha contado con ayuda técnica ucraniana.
Barguzin: el nuevo tren nuclear
Las fuerzas armadas rusas contemplan con desconfianza el desarrollo estadounidense del sistema Prompt Global Strike, que pretende crear una capacidad de ataque convencional de alta precisión y gran velocidad (1 hora) en cualquier parte del mundo. Esto podría permitir a los EE UU atacar con la velocidad de un ICBM pero sin las complicaciones de un golpe nuclear, y quizá planificar un ataque de decapitación que hiciera imposible una represalia. Tampoco gusta el gobierno ruso el despliegue del Sistema Europeo de Defensa contra Misiles de la OTAN.
Para compensar estos nuevos sistemas los estrategas rusos han decidido resucitar el concepto de los trenes nucleares soviéticos, pero en versión mejorada. El nuevo complejo de combate ferroviario de misiles se llama Barguzin y pretende ser aún más formidable y temible que los Molodets. Sus misiles ya han sido probados con éxito, y se espera que los primeros trenes operativos se desplieguen hacia 2018 o 2020 con idea de que se mantengan funcionando hasta 2040.
Los Barguzin (el nombre de un fuerte viento del lago Baikal) están basados en el misil intercontinental de combustible sólido RS-24 Yars, que tiene un alcance de 11.500 km y es capaz de transportar al menos 4 ojivas MIRV de entre 150 y 250 kilotones. El Yars tiene 20 metros de longitud, 2 de diámetro y un peso individual de 49,6 toneladas, mucho más ligero que los Molodets; esto permite que los nuevos trenes sean más ligeros y no necesiten tramos de vía especialmente reforzados, y al mismo tiempo hace posible convoyes con 6 vagones armados duplicando la capacidad de cada uno.
Los Barguzin podrán usar las instalaciones de los anteriores, convenientemente reparadas, y sus sistemas más avanzados harán que sean más difíciles de detectar y seguir y sus misiles más precisos. Se supone que los trenes serán incluso capaces de sobrevivir a una detonación nuclear próxima. Aunque todavía quedan problemas: para evitar tener que usar múltiples locomotoras el complejo militar-industrial ruso tendrá que desarrollar una máquina más potente que las ahora disponibles, quizá basada en una turbina de gas como ya ha sido experimentalmente probada. La alternativa sería una locomotora nuclear, concepto que ya se manejó (y desechó) en la era soviética.
En todo caso el principal enemigo del despliegue deseado de varios regimientos de trenes Barguzin no serán los ejércitos enemigos, sino la economía: los trenes nucleares soviéticos eran muy caros de construir y mantener, aunque sean más baratos que sistemas equivalentes como los submarinos de misiles. La marcha de la economía rusa será la que determine sí y cuándo entran en funcionamiento, y en qué números: la voluntad existe, pero quizá lo que falte sea el dinero. De lo contrario para 2020 los trenes del apocalipsis volverán a rodar por las vías rusas.
Fuente: Periódico digital El Confidencial